Veo al Dios de Nicolás de Cusa

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El cálculo infinitesimal ve al círculo como a una figura (polígono) de infinitos lados. Yendo al extremo, se puede decir que toda línea recta es la curva (arco) de un círculo de tamaño infinito. Una curva infinitamente larga y suave se vería recta.

Hace un tiempo percibo esa curvatura. No es una percepción visual, es una distorsión de la mente o los sentidos ligada a este estado en el que me encuentro hace semanas. Es en estas condiciones que recordé un cuento de Borges donde se mencionaba a Nicolás de Cusa.

Nicolás de Cusa es un filósofo/místico nacido en 1401, me pareció similar a Descartes por lo matemático y por eso de que Dios es todo y a partir de Dios todo lo demás… pero con todo y eso, me pegué un rato leyendo un poco de su obra. Para Nicolás vivimos en el plano donde rige el principio de la no contradicción, de la multiplicidad, de los números. En el plano divino, por otro lado, Dios es todo en uno. En él se concilian las contradicciones y cito “En él coinciden los opuestos al modo como en Geometría un círculo de radio infinito puede pensarse como una recta”. Esto quiere decir que dos líneas rectas alejándose en direcciones opuestas se pueden terminar juntando si son parte de un círculo infinito.

Me parece que si Nicolás redujo sólo al plano divino estas coincidencias de opuestos y demás, fue básicamente porque era un cardenal católico del Siglo XV y Dios era la salida a cualquier enredo. Pero aún así, su círculo infinito me ha sido de gran utilidad para aterrizar mi plan de acción dentro de este nuevo y extraño mundo doblado, donde las líneas rectas dan la vuelta.

Y es que luego de ver al Dios de Nicolás de Cusa no he vuelto a ser el mismo. Tengo un hombro más bajo que el otro, la centrífuga me agota, la centrípeta me angustia y la ansiedad es una onda de alta frecuencia que no me deja ir a dormir.

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